Estoy ‘whitewashed’

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A la pequeña que idolatraba a los Estados Unidos, esto es para ti.

Si me preguntas si me enorgullece portar el apodo “whitewashed”, te diré que no. Tal vez hasta me moleste un poco.

Ese término no porta una connotación positiva entre los “verdaderos mexicanos”. Pero, ¿desde cuándo los mexicanos discriminan a su propia gente?

No creo que sentirme ni de aquí ni de allá sea incorrecto, pero no deja de ser incómodo y hacerme sentir extraña. 

Ciertas costumbres en México son celebradas en las calles y, al mismo tiempo, son rechazadas en mi hogar.

No creo que eso me haga menos mexicana de lo que soy.

Los mexicanos somos pintados como gente trabajadora y resiliente, no por la nacionalidad que tenemos, sino porque nuestros padres nos criaron de esta forma.

De la forma exacta que pasa la historia corre la sangre. Simple puesto, las generaciones nos moldean creando historia sin importar la nacionalidad.

Pero después de generación tras generación, a otras personas no les podría importar un solo comino de donde vienes antes de juzgarte. 

Tenemos que aceptar que así es el mundo y así siempre será, ¿no?

Soy mexicana y no me rajo. Siempre portaré el verde, blanco y rojo aunque me digan que mis colores son el blanco, el azul, el rojo y sus estrellas.

Dicen que aunque sí importa dónde hayan nacido, crecido y muerto mis abuelos y bisabuelos, es conmigo donde muere el orgullo mexicano.

Dicen que soy mexicana solo por nacimiento pero americana de nacionalidad y, más importante, de corazón.

También dicen que mi español está relavado y se escucha el acento gringo. 

“Un español americanizado”, dice la gente.

Me tomó años sepultar cualquier rasgo mexicano que la gente pudiera ver en mí cuando me mudé a este lado de la frontera.

Pero, después de portar la bandera en la escolta cuando era niña y haber gritado “y retiemble en sus centros la tierra” cada lunes por la mañana en honores, me di cuenta que por mis venas no solo corre sangre sino espinas de nopal y chocolate “Abuelita”. 

Soy “whitewashed” y con orgullo luzco el nopal clavado en mi frente.

¡No se vayan a sentir!

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